miércoles, 23 de octubre de 2013

Carta abierta



         He leído en la prensa que el ministro Wert y otros miembros de la secretaría de Estado avisan a los padres de que si los docentes vamos a la huelga, es porque tenemos un trabajo asegurado, y que alentamos a las familias a secundarla sin tener en cuenta sus situaciones laborales.  
Añaden también que nuestras razones son de carácter egoísta, por sueldo, número de alumnos en las aulas y disminución de la carga lectiva.
Debo agradecerle sólo una cosa, señor Wert. Y es que gracias a esas declaraciones, usted y su equipo me han dado una razón más para hacer la huelga mañana. Y le aseguro que no es una razón económica, porque el día de huelga me cuesta un buen pico en reducción del sueldo este mes.
Si usted quiere saber mis razones para la huelga, no tiene más que preguntarme, y de alguna forma con esas declaraciones siento que lo ha hecho, así que ahí van:

- Evidentemente mi sueldo y el de mis compañeros me preocupa. No sólo porque ya se ha visto reducido un par de veces en los últimos años y me hayan suprimido alguna paga extra; también porque no sé si tendré hijos en el futuro, ni si será mi sueldo el único que los mantenga (por aquello que usted ha comentado de las tasas de desempleo, ya sabe), y sobretodo porque no sé como podré pagar las tasas universitarias de éstos, en el caso de que decidan seguir ese camino. Me gustaría que fueran ellos los que pudieran decidir acerca de su futuro, y que no lo decidan unas condiciones económicas y unas tasas universitarias que suben sin parar. Y en el caso de que finalmente no tenga hijos,  me preocupa por mis alumnos de ahora, por mis sobrinos y los hijos de mis amigos. También me preocupa la reducción de presupuesto en becas, en profesorado, en personal de servicio, etc. No creo que mi trabajo peligre, tiene usted razón. Pero creo que más egoísta sería si  no pensara en el trabajo y la educación de todas esas personas, y decidiera ir a trabajar tan tranquilo, yo, que precisamente me lo puedo permitir. También entiendo que les preocupe el dinero a aquellos compañeros que no pueden permitirse perder un día de sueldo, y por ellos también secundaré mañana la huelga.

- Me preocupa también la ratio en las aulas, tienen toda la razón. Me preocupa porque el aumento de ésta merma en la calidad del aprendizaje, y en las etapas de infantil y los primeros ciclos de primaria  también en la calidad de la atención y seguridad del alumnado. Sobretodo cuando reduzca las horas de apoyo en los colegios, y tengamos alumnos con necesidades específicas que no pueden ser atendidas. No se engañen, ni aunque nos dejaran con diez alumnos en cada aula podríamos rascarnos la barriga. ¿Ha entrado usted alguna vez en un aula de alumnos de tres años? Le invito a las de mi centro cuando quiera, e incluso si quiere le dejo cinco minutos a solas con ellos. Cinco minutos.

- También han comentado ustedes que evitar que los alumnos acudan a las aulas y no permitir que sigan mejorando su formación "no beneficia a nadie: ni a padres ni a alumnos ni a la sociedad en su conjunto". Pues bien, ahí creo que es donde más se equivocan, y para empezar, en la formulación de su argumento. Es precisamente para mejorar su formación por lo que he decidido no ir a trabajar mañana. Sabrán ustedes que el ejemplo es el mejor maestro de un niño. Si quieren que su hijo o alumno lea, hágalo usted delante suya; si quiere que sea tolerante, tolere. Yo quiero que mis alumnos sean críticos y luchen por sus derechos, y es por eso por lo que mañana no me van a ver en el colegio: mi ausencia mañana les puede enseñar mucho más que las cinco horas lectivas. Y si beneficio a mis alumnos, beneficio a sus padres y a la sociedad en general, aunque mañana no sepan que hacer con sus hijos cuando vean que hay menos profesorado. De todas formas si estar un día sin verme les resulta insoportable a niños y familias, ya saben que me podrán ver a las 18.00 h. en el Parlamento, manifestando mi desacuerdo por unas leyes educativas que me parecen elitistas e injustas, que dificultarán la entrada de sus hijos a la universidad cuando sean mayores. Y no teman, pueden venir con niños, no les sucederá nada. ;)

No quiero molestarle más, señor ministro, y tampoco creo que usted haya leído esta carta y mucho menos que haya llegado hasta aquí. Sólo quiero agradecerle que una vez más con sus declaraciones me haya hecho reflexionar sobre éstas y otras (muchas) razones por las que creo que mañana no debo ir a trabajar. No espero que usted lo entienda, porque no atiende a razones, pero espero que al menos  si lo hagan las familias de mis alumnos (y las de los alumnos que tendrán que compartir su aula y su seño con los míos mañana). Al fin y al cabo mi labor como profesor es la de educar y conseguir un mundo más justo para todos.


P.D. Si mañana somos muchos los que nos manifestamos, siempre podrá decir que la mayoría eran parados, que no saben lo que hacer con su tiempo...




viernes, 18 de octubre de 2013

¡Cuento contigo!

Ayer comenzamos a traer los sobres de la Campaña del Domund. Ya la habíamos explicado previamente, y algunos estamos muy concienciados de que podemos contribuir con nuestras aportaciones. En la asamblea, después de ver las fotos de Jesús y apuntar lo que queríamos decirle en el video, comenzamos a abrir los sobres y a contar el dinero. El primer sobre tenía un billete rojo, "ese es de diez, profe, el 1 y el 0", y el segundo sobre uno verde "Ahí pone 5". Antes de abrir otro sobre, queríamos contar cuánto dinero teníamos. 10 + 5... Algunos intentamos hacer el cálculo con los dedos... ¡Pero era un poco difícil! Nos faltaban dedos...



"Profe, trae los pinchos con los que contábamos el año pasado". Con la caja de pinchos era más fácil... ¡aunque era una cantida muy grande! Sacamos diez pinchos de la caja y luego sacamos otros cinco... como algunos sabemos contar hasta veinte, fue fácil hacer el cálculo... "¡¡Quince, hay quince!!"




Después sacamos una moneda de dos euros (ahí no nos hizo falta contar mucho... "¡dieciséis y diecisiete!")

Poco a poco fuimos sumando más... Algunos números sabíamos decirlos, pero no sabíamos representarlos con números. Para hacer el quince pusimos 203, 1010, 35, 105... Sin embargo, cuando el profe escribió en la pizarra los números del 1 al 14, ya supimos escribir el 15, el 16, el 17, el 18...
Al final, teníamos 26 "pinchos" fuera de la caja. Es decir, que teníamos 26 euros. Guardamos nuestras anotaciones junto con el dinero, esperando recoger más en los días siguientes.




Después, el profe nos propuso un juego. Hicimos grupos de cuatro o cinco niños y nos dio un folio y un montón de pegatinas. Ganaban aquellos grupos que consiguieran pegar en el papel exactamente 26 pegatinas. De vez en cuando íbamos con el papel a la mesa del profe y él hacía un recuento. No importaba si no llegábamos o nos pasábamos, lo importante es que al final estuviéramos seguros de que había veintiseis. Algunos grupos lo hicimos directamente, a la primera. Otros se lo llevábamos al profe y cuandoe ste nos decía "Aquí habéis pegado 21 pegatinas", en seguida sabíamos cuántas nos faltaban: "veintidos, veintitres, veinticuatro, veinticinco y veintiseis... ¡Ahora sí!"



Aquí tenéis las fotos de los equipos que lo consiguieron... ¡¡Todos!! ¡Como premio, fuimos al bar del colegio y el profe nos invitó a gusanitos y caramelos!












Después, cuando llegó la hora del desayuno, encontramos otro sobre en una de nuestras mochilas con 20 euros más. Ese cálculo ya lo hizo el profe... 26 + 20... ¡¡46!!

La mayoría de nosotros, si no todos, no hubiéramos llegado a hacer estos cálculos sin la ayuda de los demás. A veces nos hace falta escuchar las reflexiones de los otros para conectarlas con nuestros propios conocimientos. Aprendemos de los demás y con los demás, y obtenemos mejores resultados cuando trabajamos juntos. Nos equivocamos, rectificamos, nos volvemos a equivocar. Hasta que damos con la clave. Estos números eran muy elevados "para niños de cuatro años", pero dejan de serlo cuando tienen un significado para nosotros. Utilizamos los números, al igual que la escritura, para algo concreto, porque queremos aprender para desenvolvernos en la vida, no para sacar buenas notas o tener contentos a los mayores. Contar con nuestros compañeros es una gran experiencia en la que todos salimos ganando.

jueves, 17 de octubre de 2013

Una video-carta

Hoy nos ha llegado a clase una agradable sorpresa, y nuestra respuesta no se ha hecho esperar. Que nos acordemos tan bien de lo que vivimos en clase el curso pasado, es muy buena señal. 


viernes, 11 de octubre de 2013

Jugando un poco

Hoy en clase, mientras desayunábamos, hemos visto en clase este vídeo de dos perros cenando en un restaurante:

Al principio los niños se han sorprendido, pero en seguida han entendido que "había truco" y se han reído mucho. Cómo han descubierto cual era el truco, les he propuesto hacerlo en clase. Este es el resultado (se ve regular porque lo he grabado con el móvil):





Un estupendo regalo.

El viernes de la semana pasada la compañía RECURSOS nos regaló su particular adaptación teatral del cuento "La Ratita Presumida". En ella, la ratita iba buscando amigos en su nuevo barrio, y ninguno le parecía apropiado. El burro porque rebuznaba, el gallo porque la despertaba muy temprano... finalmente, el gato decide darle una lección, para que aprendiera a no dejarse llevar por la primera impresión. La obra fue muy divertida, colorista y musical. Para nosotros fue un gran regalo, mucho mejor que algo material. ¡Muchas gracias a la compañía, y mucha suerte con la obra!


martes, 1 de octubre de 2013

Ensalada de canónigos. Tiempo de preparación: Una semana


             En casa, seguramente, tardéis menos de diez minutos en hacer una ensalada. Cogéis los ingredientes, los laváis, se condimenta y aliña y... ¡listo!. En clase podríamos tardar exactamente el mismo tiempo, sin embargo hemos tardado una semana. Nos gusta ir haciendo las cosas paso a paso, para ir aprendiendo de ellas, y que no nos lo den todo hecho desde el principio. Este ha sido nuestro proceso hasta llegar a hacer (y degustar) nuestra ensalada de canónigos:

              Después de la receta de las tortitas, nos apetecía mucho elaborar otra receta. Fuimos proponiendo distintos platos que conocíamos, pero algunos, como la tarta de manzana, eran difíciles de hacer en clase, puesto que no tenemos horno. A Javier Cerezo se le ocurrió que podríamos hacer una ensalada, y a muchos nos gustó la idea. Sin embargo, algunos compañeros dijeron que no les gustaba la lechuga, y que si hacíamos una ensalada, ellos no comerían. El profe nos explicó que se podía hacer la ensalada con otras verduras, como por ejemplo los canónigos, y como ninguno conociamos esa verdura decidimos que esa sería nuestra segunda receta del año: Ensalada de canónigos. "Ahora necesitamos la receta, profe". Le pedimos al profe que escribiera el nombre de la receta en la pizarra, porque si no se nos iba a olvidar cómo se llamaba, y lo copiamos en una nota para llevar a casa:

               




          Al día siguiente teníamos en clase tres recetas: Una de JAvier, otra de Carmen y otra de Luis García. Algunos de los compañeros dijeron que se les había olvidado la palabra "canónigos", y como no habían copiado bien las palabras de la pizarra, en su casa no habían entendido la nota. Poco a poco nos vamos dando cuenta de que el proceso de leer y escribir necesita tanto del que escribe como del que lee, y que los dos necesitan compartir un mismo código, unas mismas letras que puedan ser escritas y leídas. El profe nos fue leyendo las recetas detenidamente, y luego le dictamos los ingredientes que había dicho para que los escribiera en la pizarra. Nos dimos cuenta de que las tres ensaladas tenían ingredientes comunes, como el vinagre, el aceite, la sal y los canónigos, y que algunas de ellas tenían otros ingredientes parecidos. Nos costó mucho decidir que receta preferíamos, pero al final nos decantamos por la receta que trajo Luis García. Según él, se la había escrito el camarero de un bar por la mañana. Eso también nos gustó, porque ¡¡íbamos a hacer una ensalada parecida a la que hacían en un bar!! Mientras comentábamos los ingredientes, fueron surgiendo interrogantes que entre todos respondíamos, como "qué son los tomates cherry" o el queso azul...


               Entonces, surgió otro problema. El profe se había gastado todo el dinero que le quedaba en los ingredientes de las tortitas, y ahora no podía comprar todo lo que necesitábamos para la ensalada. Propusimos muchas ideas interesantes, como hacer un mercadillo con juguetes que ya no usáramos y utilizar el dinero que ganáramos para comprar los ingredientes, y algunos compañeros proponían comprarlo todo ellos porque sus padres "tenían mucho dinero". Al final decidimos poner cada uno una cosa, y así gastábamos todos un poquito. Hicimos una lista de cosas que necesitábamos. A parte de los ingredientes, eran necesarios recipientes para echar la ensalada, tenedores, platos y servilletas. Organizamos quien debía traer cada cosa y pusimos un día: El martes 1 de Octubre. Llevamos una nota a casa para informar de lo que deberíamos traer, "pero esta vez escríbela tú, profe, para que no haya problemas". 
                Por fin llegó el martes, y a ninguno se nos ha olvidado esta mañana lo que debíamos traer. El problema (y ha sido real, no provocado) es que la receta que trajo Luis, que la habíamos puesto en la pared con chinchetas, había desaparecido. Menos mal que la receta era muy sencilla y el profe se acordaba de los pasos. Hemos ido probando los ingredientes, los que hemos querido, y nos han gustado mucho los tomatitos cherry y el pepino. Los canónigos solos, no tanto... También hemos aprendido algunas cosas de ellos, no sólo que algunos como la patata y la zanahoria crecen bajo tierra, sino también de los gustos de los compañeros o de para qué se utilizan algunos de ellos...









      Después hemos hecho tres grupos, uno con cada ensaladera, y hemos ido preparando los ingredientes. Lavándolos bien, cortándolos y agregándolos a la ensalada. Finalmente la hemos aliñado y removido.












               Ya sólo nos quedaba lo más importante... ¡Comérnosla! Sorprendentemente, nos lo hemos comido prácticamente todo, y a pesar de que a algunos no nos gustaban determinados sabores, al menos los hemos probado. La experiencia ha sido muy buena, y ha sido curioso comer una ensalada a las once de la mañana. Después hemos recogido y limpiado bien la clase, que es algo tan importante como el haber hecho la receta.










         
              Muchas gracias a la seño Carolina, que nos ha ayudado a elaborar la receta y a organizar el material, y gracias a todos los que habéis colaborado trayendo ingredientes y utensilios. 
En nuestra ensalada todos los ingredientes eran importantes, así como todos somos importantes en nuestra clase. Si uno de nosotros fallaba, la ensalada quedaría incompleta. Nos gusta hacer cosas entre todos y aportar cada uno nuestro granito de arena, y sin duda nuestra ensalada ha salido tan rica porque a parte de los ingredientes le hemos puesto ilusión y muchas ganas. 

Nos da igual haber tardado una semana en vez de diez minutos, porque entremedio hemos aprendido muchas cosas sobre las verduras, la escritura, la lectura...y sobretodo sobre nuestros compañeros, sus gustos y nosotros mismos.