Termina nuestro primer año de cole… parece mentira,
hace muy poco éramos tan sólo una ilusión de nuestros padres, dentro de la
barriga de mamá, y en un abrir y cerrar de ojos nos hemos convertido en niños
grandes, de los de uniforme y mochila, de los de madrugón y lápices de colores…
Hace casi diez meses entramos en
la clase por primera vez. El colegio nos parecía enorme, lleno de sorpresas por
descubrir… ¡Y es que es enorme! Muchos de nosotros nos llevaremos aquí quince
años de nuestra vida, y aún y así quedarán rincones del centro que no
conoceremos. Septiembre fue un mes de
sorpresas, de nervios, de inseguridades y agitación. No sólo el colegio era
nuevo para nosotros, también los profes, las monitoras y la mayoría de los compañeros.
Algunos ya nos conocíamos de la guarde, o de jugar juntos en el parque, pero la
mayoría de los niños de la clase eran desconocidos para nosotros. Comenzamos el
curso con alguna lagrimilla, con fuertes apretones de la mano de mamá, para
intentar retenerla un rato más en clase… Pero en seguida vimos que el colegio
no tenía nada malo, ¡al contrario! Juguetes, lápices de colores, cuentos, un
recreo con un castillo… y arena, montañas de arena. Pero además podíamos
bailar, cantar, ver películas… e incluso podíamos dar nuestra opinión, decidir
cosas… ¡como los mayores!
Cuando
se tienen 3 años, cualquier cosa se convierte en un descubrimiento. Pintando,
jugando, hablando y representando hemos ido conociéndonos unos a otros. En
nuestro grupo, especialmente, nos gustan las representaciones. Pequeños teatros
de cuentos o situaciones cotidianas que
algún compañero nos ha contado. Nos gusta disfrazarnos, simular que somos otra
persona, animal o cosa, canalizar nuestras emociones en otros personajes.
Revivir momentos nuestros o de nuestras familias, recrear situaciones
conflictivas que han ocurrido en el recreo, inventar historias con médicos o
policías… Desde nuestra imaginación, dos sillas y un aro se convertían en un
coche, con invisibles pero imprescindibles cinturones de seguridad, una mesa se
convertía en camilla o en una pequeña casa para perros… Todo esto nos ha
invitado a reflexionar sobre las emociones de los personajes, reales o
ficticios, desarrollando nuestra creatividad. Pero sobretodo, nos ha permitido
ser los protagonistas de nuestro aprendizaje, a vivenciar en nuestras propias
carnes las situaciones sugeridas, a reflexionar sobre ellas… ¡y a divertirnos
muchísimo!
Entre fotos y pinturas, canciones
y disfraces, llegó la navidad. Los papás nos ayudaron a decorar la clase,
mientras nosotros preparábamos una actuación para sorprenderlos. ¡Qué bien lo
pasamos ensayándola! Todo eran risas,
payasadas, bailes exagerados o sonidos extraños… El día de la actuación fue
bastante divertido, aunque algunos no nos esperábamos ver a tanta gente en la
clase y nos quedamos paralizados, o sin ganas de actuar. Recuerdo con una sonrisa
a Alonso y Ángela totalmente paralizados, mirando a sus padres, con cara de
enfado, porque no se iban… O cómo Marcos, que era quien debía pedir ir “al
baño” juntos con Maya, me decía que no con la cabeza, porque le daba “güervenza”. Y a Maya, que llevaba unos
días con fiebre, buscando el baño en la esquina que no era, porque en los
últimos días habíamos decidido cambiarlo de sitio… Fue muy divertido y espontáneo, aunque lo más
importante es que pudimos disfrutar de un día juntos, merienda incluida.
Después de
Navidad, la cosa había cambiado mucho en clase. Parecía que en esas dos semanas
hubiéramos crecido un poco más. Todos habíamos cumplido ya los 3 años, y
algunos comenzábamos a cumplir los 4. En clase estábamos más tranquilos, pero
también más despiertos, más enérgicos. Una mañana, vimos un cartel sobre
Vincent Van Gogh en el pasillo, y ahí empezó nuestra investigación… Aunque
realmente no empezaba ahí, realmente comenzó hace mucho, porque todo estaba
relacionado con todo, Van Gogh era de Holanda como el papá de Julián, era una
persona con determinadas “diferencias” que lo hacían más cercano a nosotros,
más humano, con una familia a la que escribía cartas, y una curiosa habilidad
para pintar cuadros expresivos y llenos de color. Van Gogh no era totalmente
nuevo para nosotros, como casi nada lo es, porque todo lo que veíamos de él
tenía conexiones con cosas que ya conocíamos… Y sobretodo con emociones, con el
miedo, con la alegría, con la tranquilidad y el sosiego, e incluso con el
enfado. El mundo se seguía abriendo ante nuestros ojos, mostrándonos su
amplitud, conociendo lugares diferentes a nuestro país, pero a la vez muy
parecidos, y personas y personajes con los que teníamos, en el fondo, mucho que
ver.
La
noche estrellada… y entre las estrellas, nuestro mundo, y en él Europa, España,
Andalucía, Sevilla, nuestra familia… y después, allí en el centro, nosotros.
Nuestras emociones y nuestras vivencias, pero también nuestro cuerpo. ¿Y que
tiene por dentro nuestro cuerpo? ¿De qué estamos hechos, y cómo es que nos
pasan las cosas que nos pasan? Hemos intentado responder a algunas de estas
preguntas, y nos hemos encontrado con huesos, con el aparato digestivo o el
respiratorio, con un corazón que bombea sangre a cada parte de nuestro cuerpo y
nos mantiene vivos. También hemos visto que algunas partes de ese todo que somos nosotros a veces no
funcionan como deberían, y eso hace que haya personas con capacidades distintas
de las de los demás. Personas que no pueden hablar, no ven o no pueden caminar,
o que se comunican diferente a nosotros. pero sobretodo personas que superan
esas diferencias con energía, creatividad y tesón. La semana de la Diversidad nos sirvió
para conocer cómo superan sus barreras esas personas, y cómo no debemos
rendirnos ante las dificultades que nos
encontremos. Y aprendimos que el arte es un refugio para encontrarnos con
nosotros mismos, y expresar de la forma que queramos lo que somos. La música,
la pintura, el teatro… de alguna manera son formas de jugar, y en el juego, uno
se siente libre.
Llegaba el día
del padre, un día especial en el que queríamos agradecer a nuestros padres todo
lo que nos dan, y decidimos hacerles un regalo especial. Un regalo que hablaba
de nuestros miedos en una poesía, y de cómo ellos consiguen ahuyentarlos, tan
sólo con un abrazo. Pero cuando llegó el día señalado, Jesús Alonso nos
advirtió: “Yo no puedo dárselo a mi padre, porque está en Chile”. Decidimos
pensar con tiempo cómo podríamos hacérselo llegar, aunque de momento debía
guardarlo bien en casa…
Entre tanto,
el curso seguía pasando. Miremos a dónde miremos, ya sea hacia dentro nuestro o
hacia otros países, no podemos olvidarnos de dónde vivimos. Y en esta ciudad la
primavera se llena de fiestas, y nosotros las vivimos en clase también, como
una parte más del mundo que nos rodea. Este año la procesión de Semana Santa
del Colegio no pudo salir a la calle por motivos de lluvia, pero disfrutamos de
un rato juntos en la capilla del colegio. Parece que el clima quiso
compensarnos, y a cambio nos propició una feria con un clima espectacular.
Tras las
fiestas, el asunto del regalo del papá de Jesús nos seguía preocupando. ¿Dónde
estaba Chile? ¿Cómo podíamos llevárselo? La conversación nos dio para mucho,
descartamos algunos medios de transporte por no poder cruzar el océano y
finalmente decidimos que deberíamos mandarlo en un avión. Pero ir hasta allí
nos iba a costar muy caro, así que tras mucho pensar llegamos a la solución:
¡Una carta, como las que Vincent Van Gogh le mandaba a su hermano Theo! Pero
una carta en la que ponga “Al papá de Jesús Alonso” se perdería por Chile,
porque lamentablemente, Chile es un país muy grande. Así, vimos cómo cada uno
tenía una dirección particular. Algunos sabíamos el número de nuestra casa,
otros incluso el nombre de la calle. Lo que estaba claro es que el papá de
Jesús tenía que vivir en una casa, con una dirección, y debíamos conseguirla.
La mamá de Jesús, sin duda, nos la podría proporcionar.
Ya que íbamos
a mandar una carta a un país tan lejano, podíamos meter en el sobre algo más
que el regalo del día del padre. Decidimos meter fotos de Jesús con nosotros,
porque seguramente lo echaría de menos, y hablamos de ese sentimiento. También
le escribimos en clase algunas cartas, en las que le preguntábamos por su vida
allí, por sus emociones, por las cosas que hacia, por su trabajo. Algún que
otro dibujo que quisimos regalarle y la carta ya estaba preparada. La enviamos,
y ya sólo nos quedaba esperar respuesta…
Mientras
hablábamos de nuestras casa y de alguna que otra mudanza, nos planteamos si
nuestros padres habían vivido siempre juntos, y si no era así, cómo se habrían
conocido. Decidimos preguntarlo en casa, y muchas familias decidieron
compartirlo con nosotros a través de cartas, fotos, dibujos…
A nuestra edad es un poco difícil entender que
no hemos existido desde siempre, pero fue un gran alivio y una satisfacción
saber que vinimos al mundo por el deseo de nuestros padres, y que nuestros
padres, dentro de su felicidad, en un momento concreto de sus vidas, decidieron
compartir esa felicidad teniendo un hijo o hija, y que esos hijos éramos
nosotros. Fue muy divertido representar en clase el día en que se conocieron
nuestros papás, su boda, su vida antes
de tenernos a nosotros…
Hace unos días
nos llegó la carta del papá de Jesús. En ella nos decía lo que le había gustado
nuestra carta, y nos respondía a todas nuestras preguntas, ilustrándolas con
fotos. A todos nos gustó mucho recibir una carta, pero en especial a Jesús, que
no se separó de las fotos en todo el día, revisionándolas una y otra vez.
Y de alguna
forma, esa carta cierra nuestro primer año de colegio, junto con la despedida
de nuestro compañero Jesús y su madre, que también marchan a Chile.
Desde aquí les
deseamos que disfruten mucho de esta nueva experiencia. Sabemos que pronto los
volveremos a ver por Sevilla, aunque sea de visita, y esperamos que vengan a
visitarnos
al colegio.
El primer año de
colegio ha dado para mucho. Aunque todavía no tenemos unas manos muy hábiles,
nuestras pequeñas cabezas van formando una imagen de nosotros mismos y el mundo
que nos rodea, y este año nos ha servido
para reforzar los diferentes lenguajes que durante toda nuestra vida nos
servirán para conocernos mejor y aprender más y más cosas. El lenguaje oral, el
escrito, la dramatización y el lenguaje del cuerpo, el lenguaje musical, el
digital, el audiovisual, el plástico… Tener diferentes formas de expresarnos y
comunicarnos nos facilita nuestro paso por el mundo. Pero para ser felices,
también necesitamos la ayuda de nuestra familia, de aquellos que nos rodean.
Una familia
que nos permita crecer, que nos deje hablar y nos escuche, pero también que nos
enseñe a esperar, a callar cuando otros están hablando, a superar la
frustración cuando no conseguimos lo que
queremos. Una familia que nos permita ser,
que nos apoye en nuestra verdadera y genuina forma de vivir e interpretar el
mundo, pero que también nos enseñe unos límites, una educación, unos valores.
Para mí ha
sido un placer compartir este año con vosotras, las familias. Porque el trabajo
de un profesor no es nada sin las familias que hay detrás de cada niño, y sois
vosotras las que tenéis la sartén por el mango en la felicidad y la autoestima
de vuestros hijos.
Espero que
disfrutéis de vuestras vacaciones y nos veamos de nuevo en septiembre, con las
pilas cargadas para un nuevo año, lleno de aprendizajes y momentos compartidos.
Un saludo,
Juan.